lunes, 11 de enero de 2016

Me Enamoré Otra Vez

Cuando lo conocí, supe que iba a ser complicado. Todo lo que quieres en esta vida se obtiene con esfuerzo. Pero vi en sus ojos que no había duda alguna sobre esto, la gran decisión de estar juntos y enfrentar cosas nuevas, o cosas ya vividas, de a dos. En su mirada no había nada más que esperanza, tal vez incertidumbre de lo que se venía por delante, pero estábamos seguros de lo que estábamos haciendo.

Todo el mundo debería sentirse así al menos una vez en su vida, sabiendo que existe alguien que estará contigo de manera incondicional, no importa lo que pase, ni cómo pase, si llueve o hace demasiado calor, la idea de acurrucarse juntos siempre será la mejor idea que pueda existir. Ya sea para ver una película o para dormir la siesta el domingo, para recostarse en la cerámica fría porque el sol los está derritiendo a los dos. Estar juntos y compartir el día siempre parece la mejor opción, aunque sean todos los días iguales, aunque sea una rutina aburrida la mayor parte del tiempo, pero ese alguien especial siempre sabrá cómo sacarte una sonrisa de la nada con esa mirada incondicional.

A veces creo que estábamos destinados a conocernos y que, después de otros, era la inevitabilidad de las cosas estar juntos. Admito que al principio me arrepentí un poco, era demasiado el compromiso que requería de mi parte, demasiada atención que yo no había puesto sobre nadie antes, acostumbrada a hacer mis cosas sola y a mi propio ritmo. Pero me cambió la vida y estoy agradecida de él, de los buenos momentos y de los sustos que hemos pasado, pero siempre juntos. Simplemente, somos el uno para el otro. Aunque a él le gusta caminar más rápido, yo siempre me quedo atrás o casi siendo arrastrada por él; a él le gusta dormir como si hiciera acrobacias, yo duermo siempre del mismo lado de la cama; a él le gusta más el queso que el plátano, a mí al revés; a él le gusta el sillón de cuero, yo sudo mucho; a él le gusta que le haga cariño todo el día, aunque a mí me cuesta ser afectiva, pero con él no puedo ser de otra manera; a él le gusta jugar a las peleitas, aunque a veces es bastante bruto, pero me divierto jugando con él a cosas tan simples como esa; a él le gusta el pan con palta (aunque le hace mal), a mí también; a él le gusta pasar pegado a la estufa en invierno, a mí también; a él le gusta salir a correr a la calle, yo prefiero la bicicleta. Aún así, nos queremos demasiado.

Nunca creí que existiera el amor incondicional, ese que no pide nada a cambio, que te quiere en silencio, que sabe que lo quieres y no te cuestiona, tan solo te acepta. Todas esas cosas no las creí posibles antes de conocerlo a él, pero, como decía, cambió mi vida, me hizo querer como no he querido a ningún ser humano antes. Simplemente, lo amo.

Me enamoré otras vez de mi perro hoy, cuando estaba picando cebolla y me puse a llorar (puta que estaba fuerte la cebolla), se me nubló la vista y me corté un dedo. Entonces me vio llorar más y trató de limpiarme la herida, mientras me miraba con una carita de pena que me dio más ganas de llorar. Cómo no voy a amarlo así, si me cuida de los malulos y me acompaña a colgar la ropa, si aguanta estoicamente cuando tiene una garrapata y se la saco a lo mero macho.

Tuve varias mascotas antes del Dante, pero todas terminaron su vida trágicamente. El hámster, comido por el gato de mi vecino. Los conejos, por otro gato. Mi catita, ni idea por qué murió, pero murió. 

Una oda a mi perro, que siempre está ahí, moviendo la cola listo para saltar cuando llego a la casa, o para ladrar cuando nos visita gente que él no conoce. Una oda a todos los perros que tienen dueños que los aman como yo al mío. Una oda a todos esos perros de la calle, sobrevivientes, aguerridos y dulces, que son capaces de entregarse y dejar de lado el miedo cuando les ofreces una caricia. Deberíamos ser más como ellos y menos como las personas, más instintivos y menos racionales.

Ahora, iré a desinfectarme el dedo, porque dejé la cagá en la cocina, no piqué la cebolla que quedó llena de sangre, no me hice comida, tengo un hambre de mierda y dejé manchado con sangre a mi perro al tratar de acariciarlo.



10-4, mis queridos y no asiduos lectores de este disfuncional blog ♥~


1 comentario:

  1. Indudable, hablabas del Dante. Por un momento pensé que me sorprendería con algo, pero mientras más avanzaba en la lectura, más segura estaba de que hablabas de tu perro. Yo he tenido tantos a mi cuarenta y dos...me acuerdo de varios y cosas extrañas que otros perros no hacen...estaba el Kayser que no era mío, era de tu mamá, le decían cara de moco, es bastante ofensivo ahora que lo veo escrito, pero paga nosotros era lo más tierno del mundo llamarlo así, él solo corría por el patio, era grandote, yo decía que se parecía a Lassie, nunca conoció a perra alguna, en el más estricto sentido bíblico, nunca salió a la calle, no se arrancaba, miento, si salió una vez a la calle, arrancando del infernal ruido de los petardos (si, nosotros fuimos la última generación que jugó con fuegos artificiales). Kaysito o cara de moco murió de viejito a los 15 o 16 años. Otro memorable fue el Terry (obvio, en honor al personaje de Candy), me lo regaló una compañera de básica. Era tan chiquitito...en mi mano pequeña él quedaba cómodamente acostado. Al Terry le distemper, siii, distemper, se le cayó el potito y arrastraba sus patas traseras, pero con mis cuidados y paciencia, logró recuperarse casi por completo, mi mami me dijo que usara un paño para afirmarle la parte de atrás y así pudiera aprender s caminar de nuevo, lo hice y el Terry venció a la distemper. Lo llevé a san Vicente y mi Terry se sentaba mirando el fuego y comenzaba a quedarse dormido en esa posición, sentado erguido frente al fuego y luego se iba de lado, esa fue la secuela de la distemper (era chistoso). Tuve otro Kayser, murió chiquitito durmiendo al lado mío en mi cama, a él le lavaba los dientes (con pasta de dientes) y dormía como cualquier persona, acostado y apoyaba su cabeza en la almohada y tapado, si no no dormía. El no resistió el bicho de la distemper (que quedó luego de la enfermedad del Terry) y eso que había pasado harto tiempo. Tuve un conejo también, todo bien con el conejo, me cagaba toda la pieza (con el olor que eso implicaba), igual era menos hediondo que cuando los perros se hacían caca debajo de mi cama (en la alfombra). Conejín murió después que la prima Grace entró corriendo a mi pieza y lo apretó con la puerta. Después vino el Mono (otro perro) y las 3 Yolkas. Rescaté a la última
    Yolka de las garras de la perrera. Si alguien no la adoptaba la iban a matar, así que esa fue mi primera perrita cachorra (las otras 2 Yolkas llegaron grandes y las llevó mi papi). Trabajé harto por la Yolka III, como me la llevé antes del mes tuve que alimentarla con leche especial ufffff. Tiempo después la Yolka fue madre y se comió a sus cachorros, nunca los vimos. Para la segunda camada estuvimos atentos, de ahí nació la flaca (que aún vive en casa de mi mami, tiene casi 13 años), otros perritos que regalamos y mi Perrito. Mi Perrito fue el rechazado por la madre, me lo llevé a mi casa (ya estaba casada y viviendo en mi casa), la Yolka se quefó en casa de mi mami. Mi Perrito estaba a punto de morir cuando me lo llevé, no se movía, no caminaba y era sólo huesitos y pelo. Lo cuidé, se recuperó, estuvo cuando llegué con mi hija recién nacida de la clínica, nunca fue celoso, siempre muy humilde y amistoso mi Perrito. Me hizo mierda los paltos que planté y todo lo que fuera vegetal. Un día salió enamorado y nunca más volvió, recorrimos medio puente alto buscándolo...Luego vino la princesa, hija de la Niña y de Homero, era una poodle, hacia tira todo, absolutamente todo, pero era adorable, amorosa y más encima linda...como todos mis perros no salía a la calle, en un descuido salió y la atropellaron...ahora está mi blanqui, la nuca que se pone feliz cuando llego, me habla, me saluda, me pide comida y ensucia todo cuando riego con sus patitas...Ups son las 19:00 me voy a mi casa (mi cata también se pone feliz, pero no es tan expresiva como la blanqui). La Catita es mi hija menor...

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